Vida cotidiana en la Edad Media: LA VIVIENDA

Las casas medievales eran muy diferentes de las actuales. Los materiales de construcción, en muchos casos no dependerán tanto de la riqueza de sus dueños como de los materiales más abundantes de cada zona: por ejemplo en la parte más occidental de la Península las casas eran de piedra, mientras que en los Pirineos abundaba la madera, que era el principal material de las viviendas. En el sur y en la meseta, las casas se hacían con ladrillos de barro sin cocer, llamados adobes.  
Las viviendas de los campesinos contaban con una sola estancia, que hacía las veces de cocina, salón y habitación. En su interior se vívía, se trabajaba, se almacenaba la cosecha y los útiles de arar. Los animales domesticados que servían de apoyo a los trabajos del campo y del comercio, compartían las casas de sus dueños. Normalmente el establo estaba en la planta baja; encima vivían los humanos. El estiércol sobreabundaba en las casas y un olor, a lo que pudiésemos llamar hoy a pocilga, era lo natural.
Con el paso del tiempo, el interior de las casas se dividió en varias dependencias estableciendo en cada una de ellas una actividad concreta. A la vivienda se une un pequeño patio trasero, donde pueden cultivar un huerto, y un corral con gallinas, conejos y otros animales imprescindibles en la economía doméstica. Las casas solían disponer también de pozo, horno y letrina.
Las casas urbanas más habituales constaban de dos pisos y estaban construidas de piedra y madera, material que hacía peligroso el uso del fuego. Y es que, un elemento importante era la chimenea, que aportaba luz y calor para la vivienda y también lumbre para para cocinar los alimentos.
Rara vez se podía ver en las despensas alguna vajilla, y lo que comúnmente se usaba como plato eran rebanadas de pan seco. Sólo en las casas con más recursos económicos contaban con todo tipo de cacharros, como recipientes de barro, de estaño, cobre o hierro, además de manteles y paños.
El mobiliario o ajuar era escaso. Solía estar compuesto por aquellos muebles imprescindibles como la mesa y las banquetas donde la familia se reunía para comer. En un arca de madera y cuero se guardaba la comida. Rudimentarias estanterías en las paredes servían para colocar los objetos de uso habitual. También había ganchos de madera en los que se colgaban los vestidos.
Dormían en colchones rellenos de paja, aunque muchas familias se echaban sobre simples montones de paja en el suelo. Las clases acomodadas podían disfrutar de colchones rellenos de plumas, que recubrían con sábanas o calientes mantas de pieles.
Algo que impacta de aquel período es que no había alcantarillado ni sistema alguno de conducción de aguas, por lo que las calles parecían cenagales todas las épocas del año. El mal olor y la suciedad eran parte de la cotidianidad y el mejor medio para la proliferación de enfermedades endémicas como las pestes, que azotaron a la población medieval.
El agua se extraía de los pozos o bien había que que ir a buscarla a la fuente; la luz era proporcionada por las velas y alguna que otra antorcha resinosa, que despedía tanto humo como luz.



En las imágenes, diversas vistas de la maqueta realizada por los alumnos de 2º de Apoyo, donde se pueden ver las partes de un castillo medieval. Asombra la variedad y originalidad en la elección de los materiales, desde el papel hasta las pipas de calabaza para cubrir la techumbre de una de las viviendas.









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